martes, 24 de octubre de 2023

Reseña del capítulo “Sor Juana Inés de la Cruz” del libro Aventureros del nuevo mundo de Javier de Navascués

 


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El libro Aventureros del nuevo mundo. Héroes y villanos que forjaron la América hispánica (Córdoba, Editorial Sekotia, 2023) de Javier de Navascués intenta, según reza su promoción, mostrar cómo «el descubrimiento y colonización del continente [americano] durante los siglos XVI, XVII y XVIII no fue tan negro como muchos lo cuentan ni tan blanco como lo imaginan otros».

    Dentro de este marco, donde aparecen diversos «hombres y mujeres con noblezas y debilidades», la obra dedica un apartado a Sor Juana Inés de la Cruz. En él el autor —que no es especialista en el tema— se confunde al tratar de integrar interpretaciones contradictorias. Lamentablemente, la fallida síntesis de la exégesis católica con la progresista lo arrastra al vicio moderno del relativismo. Así, a la pregunta «¿quién fue realmente?» la Décima Musa, Navascués (quien ya antes había sostenido al modo subjetivista actual que «cada época ha proyectado sus ideales de mujer en la personalidad de Sor Juana») responde equívocamente que la «única actitud sensata que uno llega a adquirir es la certeza de que nunca accederemos del todo a los secretos del alma humana, menos si se trata de Sor Juana Inés de la Cruz».

    Una de las principales causas de esta fallida afirmación de Navascués es, como dije, que da igual valor a la exégesis católica que a la progresista. En efecto, sin reparar en la congruencia historiográfica de cada una de ellas, el analista no es capaz de responder si la madre Juana fue, según la totalidad de la documentación que poseemos, o «santa o víctima».

    En cuanto a lo último, en la sección intitulada «Octavio Paz, o las trampas de la imaginación» Navascués se hace apropiadamente eco del hecho histórico de que a Sor Juana, contrariamente a las falsedades difundidas y «viralizadas» por las Trampas del premio Nobel, no la persiguió el obispo de Puebla (ni tampoco el arzobispo de México, quien «algún aprecio debía de tener por ella, ya que le encargó que compusiera unos villancicos para celebraciones solemnes en su catedral»). Hasta aquí, el autor asegura correctamente que «en definitiva: a la vista de la documentación existente, la teoría de una mujer manipulada y abandonada por la conjura de una Iglesia patriarcal está por probar». «Mala suerte, don Octavio», agrega.

    Por desgracia, este atinado examen no continúa en el resto del escrito y Navascués, descaminado por la hermenéutica liberal a la que presta oídos, asienta que «tampoco funciona la teoría de la santidad final». Una de las razones ofrecidas es que «los primeros biógrafos de Sor Juana afirmaron que se dedicó a una vida de penitencia tan extrema que hasta su confesor temió por su vida». Empero, el intérprete omite, a la manera progresista, aclarar que ese mismo confesor testificó cómo «Juana Inés no corre en la virtud, sino vuela». El resto de «motivos» brindados por el autor para dudar de la «versión hagiográfica» parece haberlos tomado de la biografía jacobina de Francisco Ramírez Santacruz Sor Juana Inés de la Cruz. La resistencia del deseo (2019) y, aunque él lo ignore, yo los he refutado ya, con la inclusión de la totalidad de las pruebas conocidas, en mis distintos libros.

    No obstante lo anterior, me congratulo del aserto de Javier de Navascués según el cual «el despiste crítico o los prejuicios han generado toda una leyenda negra en torno a Sor Juana».

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