Sor Juana Inés de la Cruz se está convirtiendo rápidamente
en botín de la ideología “gay”. Muchos de nuestros muy progresistas intelectuales,
sin tomarse la molestia de hacer una investigación verdadera (y, por lo mismo,
sin amar la verdad), comienzan, uno a uno, a repetir la descarada mentira —insinuada por Octavio Paz, afirmada por Antonio Alatorre y capitalizada ahora por gente
como Francisco Martín Moreno y SergioTéllez-Pon—
según la cual la poetisa habría sido
lesbiana. Se trata de una versión prefabricada con descaro, de un bulo
preparado con el avieso objetivo de convertir a la insigne monja en una de los
suyos.
He exhibido
con anterioridad el origen mendaz de esta versión de las cosas, lo cual no ha obstado para que la
agenda ideológica y la codicia, sin preocuparse de las objeciones críticas e
históricas que insistentemente he opuesto, hayan continuado su ciega y egoísta
marcha.
Ya conté
cómo una de las principales responsables de la divulgación de tan detestable mentira,
Patricia Arriaga Jordán, recibió de mis manos un ejemplar de mi biografía de
Sor Juana, Aquella Fénix más rara,
que contiene las evidencias de que la Iglesia jamás la persiguió. Sin dignarse
a considerar tan capital información, la productora de televisión incluyó tanto
en su documental Sor Juana Inés de la
Cruz: la peor de todas, como en su telenovela Juana Inés, dicha falsedad. Para colmo de males, en esta última
introdujo, seguramente porque era lo “políticamente correcto” y para darle más
sabor al caldo a un producto que debía
ser vendible (pues, como sabemos, el escándalo vende), el embuste
homosexualista.
Dado que, cual
dije antes, muchos de nuestros intelectuales progresistas no se toman la
molestia de investigar debidamente antes de presentarnos sus sesudas opiniones,
el hecho es que la confianza con que ahora se están sumando a la divulgación
del bulo del lesbianismo de la Décima Musa proviene de… ¡la telenovela de Patricia
Arriaga!
Este parece
ser el caso del artículo “¡Putos abominables!” (sic) de Tomás
Mojarro, quien recurre en él a la mentira de que Sor Juana estuvo
“enamorada de dos señoras virreinas:
de la marquesa de Mancera, primero, y de la marquesa de la Laguna, después”.
Como esta mentira no había aparecido en el sorjuanismo ideologizado (que en su falaz
interpretación se conforma con la segunda virreina), sino en la telenovela de
Patricia Arriaga, resulta que Tomás Mojarro la toma de ahí.
Aun en el remoto caso de que no
fuese así, es indudable que el bulo “gay” se ha propagado exponencialmente en
los últimos tiempos a causa de la telenovela de marras. Las personas que no leen
se conforman con el adoctrinamiento recibido a través de la pantalla.
El artículo de Mojarro es buena muestra de ello. Ahora
incluso los que leen aprovechan la ola, y se lanzan a denostar a sus críticos haciendo
alarde de evidencias falsificadas.
Así, Mojarro se atreve a adulterar un párrafo de la biografía
del confesor de Sor Juana compuesta por José de Lezamis, en el que introduce sus
propias ideas:
—En su servidumbre jamás permitió mujer alguna;
en sus frecuentes pláticas doctrinales atacó con vehemencia cuantos defectos
creía hallar en la mujer. Oí decirle que si supiera que ha entrado una mujer en
su casa, habla de mandar arrancar los ladrillos que ella había pisado. No
quería que en casa suya pusiesen mano las mujeres ni que le guisasen la comida
ni oírlas hablar y cantar. Prohibió a
sor Juana el estudio, la escritura y la música, ordenándole deshacerse de todos
sus libros e instrumentos científicos y musicales. En ese siglo la mujer tenía
que casar con varón o con Cristo. La poetisa casó con Cristo en la fe. Violando
el protocolo rehusó visitar al visorrey conde de Galve porque la virreina era
mujer” [así las comillas].
Lo que he resaltado no es parte del texto original, sino
creación de Mojarro. La confusión que él ha introducido pertenece al designio
ideológico de convertir a la poetisa en lo que jamás fue, en tanto, según esta
falsedad, “por ser mujer, por ser
libre y por ser lesbiana, ganó el odio y la ira del poderoso arzobispo misógino
don Francisco de Aguilar y Seixas, del que [según Mojarro] cuenta Lezamis”
lo recién citado.
Con
tal de llevar agua a su molino, Tomás Mojarro no duda en falsear los datos, y
de este modo, luego de volver a Sor Juana lo que nunca fue (y de calumniar al
arzobispo de México imputándole cargos falsos), ¡puede exhibir indignación en
su escrito!
Ya
se ve que esta táctica es la de moda ahora. Buen ejemplo son las obras de los
antedichos Francisco Martín Moreno y Sergio Téllez-Pon.
Dentro
de sus limitadas posibilidades quien esto escribe intenta, por el bien común,
que la verdad prevalezca (¿dónde están los otros sorjuanistas?). Toca al público
examinar lo que se le dice y no dejarse engañar.
Felicidades por su trabajo. Ni modo, le toca ser una voz en el desierto
ResponderEliminar